En la mayoría de los trastornos psíquicos existe una estrecha relación de influencia mutua entre las respuestas fisiológicas del cuerpo, los pensamientos, los estados emocionales y la conducta de una persona ante una determinada situación o problema.
Así, si nos sentimos tristes y deprimidos, nuestro pensamiento será negativo y pesimista, nuestra actividad descenderá y nuestro cuerpo modificará su funcionamiento.
De igual manera si nuestro pensamiento o actividad imaginativa está centrado en posibles peligros por ocurrirnos, nuestro estado anímico será ansioso, nuestra conducta tenderá a procurar evitar tales peligros y nuestro cuerpo se prepara para reaccionar con tensión y sobresalto.
En la misma línea, si ante un problema importante nos encontramos con no saber actuar de modo eficaz, nuestro pensamiento estará centrado en las preocupaciones e incapacidades, nuestros sentimientos estarán acordes con esa incapacidad y nuestro cuerpo podrá acompañar negativamente a tal reacción.
Por supuesto, que también un trastorno corporal (p.e una enfermedad infecciosa, o un trastorno bioquímico) suele afectar a nuestro estado anímico, nuestros pensamientos, y nuestra conducta haciéndola más problemática.
Por ejemplo, determinadas personas tienen un nivel inadecuado de sustancias químicas que afecta al funcionamiento de su sistema nervioso y que provocan problemas emocionales o de conducta ante determinadas circunstancias.
La fuerza mayor o menor de cada uno de estos componentes (ambiente, pensamiento, estado anímico, conducta y reacción corporal) en cuanto a afectar a cada uno de los otros cuatro restantes, estará en función del trastorno específico.
Por ejemplo, en los problemas de relación de pareja o muchos trastornos de la conducta infantil parece que la relación entre conducta y pensamientos es la más relevante (p.e la habilidades de resolución de problemas y las actitudes hacia ellos).
Otros problemas como el alcoholismo y las toxicomanías parecen estar muy relacionados con los hábitos de conducta y los componentes ambientales (p.e relaciones familiares).
Algunas depresiones (llamadas distimias) tienen un fuerte componente cognitivo (pensamientos y creencias disfuncionales).
De lo que no hay duda, es que todos están relacionados. Y esto es verdad también para las enfermedades médicas.
Por ejemplo una persona con una enfermedad terminal cancerigena (componente corporal) puede reaccionar con un mayor o menor estado anímico depresivo (componente anímico), unas determinadas actividades para manejar esa situación (componente de conducta) y unos pensamientos mas o menos desesperantes (componente cognitivo), también su entorno puede "asimilar y sobrellevar" mejor o peor la nueva situación (componente ambiental).
Se sabe que en las personas con cáncer y mejores estados anímicos, la sensación subjetiva de llevar una mejor vida es mayor, incluso las expectativas de vida (medidas en duración de la vida).
También se conoce que en determinadas situaciones de estrés las personas pueden desarrollar mas fácilmente determinadas enfermedades (p.e ulceras o enfermedades de la piel).
Así la polémica tradicional de que si un trastorno es físico o es psíquico en su origen está matizada desde esta perspectiva, por la cuestión de "En este trastorno ¿como se relacionan (funcionan) los componentes físicos, ambientales, cognitivos, emocionales y conductuales?".
El psicólogo Arnold Lazarus (1983) ha presentado esta relación en su modelo multimodal, donde los distintos componentes del funcionamiento personal se relacionan entre si.